El agente y la psíquica: Fines y reinicios de la Tierra 1 (libro completo)
Queridos lectores, mi primera novela de ciencia ficción, denominada El agente y la psíquica: Fines y reinicios de la Tierra 1 estará disponible su lectura a partir del día de hoy.
Espero que esta experiencia sea igualmente grata, como lo fue para mí escribirla. Si quieren adquirir la versión original, pueden adquirirla a través de Amazon, o Tiendamía.
I
La lengua es una herramienta deliciosa. Me divierte cuando vocablos como “apetito”, “furia” y “matar” llena de terror a mis esclavos. Ya tienen miedo sin que las diga. Su falta de voluntad me place y repugna al mismo tiempo. Serían capaces de entregar a cualquier otro para no ser el próximo que devore. Son débiles y medrosos. Se apuñalan por la espalda sin que tenga que hacer mucho con ellos. Duermen mirando hacia el interior de este castillo donde espero mis próximas víctimas… Las que realmente me nutren y me dan poder.
Aquí vivo esperando el amanecer de mis compañeros. Pisaremos este mundo con sus propios sueños rotos. Seremos las únicas voces que ellos escuchen. Sí. Este mundo se comienza a desmoronar. Perderán el descanso. Luego les quitaremos su identidad. Les diremos qué es lo que son. Luego los haremos cambiar de ideales. Olvidarán que tienen esperanza. Olvidarán sus ganas de vivir y perderán todas sus creencias dentro de sí mismos. ¡Se quedarán encerrados en las trampas de su propia mente!
Mi última presa no me gustó mucho. Estaba demasiado cocida, demasiado entregada. Casi me rogó que acabe con ella. Su don fue redundante. No importa. Igual triunfaremos. Sí. Triunfaremos.
Aquí vienen a pedir clemencia. Algunos vienen por favores. Piensan demasiado en lo que quieren y aprovechamos para lavarles el cerebro. Cambiamos sus deseos por ganas de servir. Hace dos días vino la que me entregó esta presa. Evelyn, se llamaba. Dijo que quería que alguien volviera. Y lo que hicimos fue lavarle el cerebro. Le solté la lengua y le regalé cinismo. Siempre entrego algo… Aunque no sea lo que me piden. Es eficiente porque su deseo es eficiente. Tal vez deba buscar alguien que me ayude a aumentar los deseos de otros.
II
Cada vez que ingreso por esta puerta siento furia y ganas de detener todo esto, pero no puedo. Y cuando me retiro, acabo agotada y me olvido de lo que hice. Tal vez debo escapar en la próxima oportunidad. Pero, ¿escapar a dónde?
Los pasadizos están iluminados a mi alrededor. Hay sonrisas por todas partes. Las cámaras, prohibidas en el exterior, están aquí en cada esquina, como fijando el paso de todos nosotros. Sí. Todos caminamos igual. Mis manos se ven lozanas, pero las siento cada vez más arrugadas. Como si me dijeran que estoy perdiendo algo.
Llega la noche y veo por la ventana el horizonte. El paisaje es hermoso, pero siempre parece que faltase una estrella, un árbol o una colina. Hay algo detrás de mis ojos que ha dejado de brillar. El acabado del marco de la ventana es lujoso, pero tiene una torpe protuberancia en la parte derecha, como si el contacto entre el vidrio y el enchape no hubiese terminado de realizarse. La puerta también tiene un agujero diminuto que deja pasar un hilo de luz del exterior. El techo tiene una mano de pintura de color diferente al original.
Me echo en la cama con exceso de frío. El monitor registra una actividad cerebral mayor a lo regular. Posiblemente no reciba alimentos sólidos esta noche, para atenuar esto. Me pongo de costado y siento un calor detrás de mi nuca. Parece que me estuvieran acariciando de forma invisible y silenciosa. Son las 12:05 de la mañana.
Amanece rápidamente. Las cortinas automáticas están levantadas. El monitor ya no muestra mi actividad cerebral. Detalla la misión de hoy. Tendré dos compañeros. ¿Será la primera vez?
Desayuno con ellos en silencio. En la mano derecha sostenemos la pantalla con los detalles. Debemos recuperar un individuo para rehabilitación. Es posible que quiera evitar contacto.
Subimos al automóvil. El conductor también se une a la misión. Ubicación: el desierto de Maras. Situación del individuo: no habido / hostil.
Nos bajamos a 200 metros de la choza. El protocolo señala que es la distancia promedio para que las armas convencionales tengan poco efecto sobre nosotros. Me pongo de pie delante del sitio. Enciendo el altoparlante.
– ¡Buenos días, señor Clayman! ¡Necesitamos que venga con nosotros! ¡Le damos 60 segundos para que salga de su vivienda!
Repito el mensaje, según el protocolo.
– ¡Buenos días, señor Clayman! ¡Necesitamos que venga con nosotros! ¡Le damos 40 segundos para que salga de su vivienda!
Hago una breve pausa y repito el mensaje según el tiempo establecido.
– ¡Señor Clayman! ¡Le damos 20 segundos para que salga de su vivienda!
En cinco segundos más, mis dos compañeros preparan sus armas. El chofer desciende del vehículo con el mismo ademán.
– ¡Señor Clayman! ¡Última advertencia! ¡Tiene 10 segundos para salir de su vivienda!
El chofer, que estaba rezagado, se pone de pie frente a mí. Mis otros dos compañeros rodean la propiedad a paso ligero. Me toca lanzar la última advertencia.
– ¡Señor Clayman, ingresaremos a su vivienda para que nos acompañe!
En los visores de calor podemos ver la silueta de un individuo que se pone de pie y camina hacia la puerta.
El hombre que habitaba la vivienda sale despacio y mostrando las manos vacías. Tiene una máscara que cubre su rostro, aunque el monitoreo externo coincide perfectamente con el que buscamos.
– ¿Quieren que me entregue a ustedes pacíficamente después de lo que me hicieron?
Repito lo que te dice el protocolo.
– ¡Señor Clayman, ha sufrido mucho y necesitamos que sea rehabilitado para tener una vida plena! No tema. Venga con nosotros.
– ¡Lindo protocolo, ¿no es así? Me amenazan con armas y me dan un mensaje conciliador. ¿Puedes creértelo tú misma?
Repito nuevamente lo que te dice el protocolo.
– Señor Clayman. Por su propio bien, haremos que nos acompañe. Le rogamos que no ponga resistencia.
El hombre frente a mí se quita la máscara y lo que veo es un gesto de dolor por falta de tonicidad muscular. Me mira. Me grita. Cierro los ojos.
– ¡Toma tu resistencia!
Abro los ojos rápidamente. El chofer está tendido en el suelo, con la piel unida al uniforme. Está quemado. Clayman recibe un disparo de uno de mis acompañantes. Pone una rodilla en tierra. Me mira. Quiere gritarme, pero enmudece y grita hacia arriba. Una llamarada sale de su boca y se confunde con el horizonte de nubes. Aproxima una botella hacia su boca. Veo un destello de luz.
III
– ¿Estás mejor?
Tus ojos están abiertos y mirando una tenue luz amarilla en el techo. Te quieres incorporar, pero te faltan las fuerzas. A tu lado, una mesa de noche de aluminio te acompaña con una botella cuyo contenido no alcanzas a leer. Al otro lado aparece una figura humana femenina que tampoco distingues. Sus movimientos son lentos, pero con objetivo. Te está cambiando una compresa, la cual acabas de identificar en tu frente.
– ¿Dónde estoy?
– A salvo y en un buen lugar, linda. Has estado durmiendo casi tres días. Realmente te envidio.
Ves tus manos. Una de ellas tiene un vendaje relativamente reciente, pero sientes que todo está en su sitio. Tienes puesto un pijama y sábanas encima. La cama, sin embargo, no es de hospital. Parece ser de un departamento o una casa.
– ¿Qué pasó?
– Muchas cosas, pero la mayoría no las sé. Quería preguntarte, pero mejor lo hago más tarde.
Sientes que la mujer te dice la verdad. No tienes prisa. De hecho, no recuerdas qué es lo que tenías pendiente.
- De verdad que te tengo mucha envidia. ¡Ya te dormiste de nuevo!
IV
En el televisor, las noticias declaran un nuevo toque de queda. La justificación: dos episodios de explosiones en menos de tres días. La gente vuelve abandonar las calles. Algunos están más preocupados que antes. Los mismos medios hablan de la posibilidad de una ley marcial en todo el mundo. Ya se ha restringido el agua durante ciertas partes del día. La electricidad se ha comprometido a un menor fluido. La ociosidad trae gritos de personas inquietas que se aventuran a ir por las calles y desaparecer en cuestión de minutos. Los accesos al nivel 6 de información se han restringido más allá de los procedimientos de Barack y César. Apenas pudieron rescatar el registro de una última sobreviviente.
- El código es el mismo, pero hay algo que no cuadra. – comenta Barack.
- Sí. El registro es detallado al extremo. Tiene una burda perfección. -agrega César. – Encaja perfectamente con el nuevo toque de queda y con una trampa.
- ¿Tu crees que el gobierno esté comprometido con todo esto?
- Ya lo está, Barack. Desde que su inteligencia reposa en un sistema para épocas de paz y que burocratiza a sus funcionarios es totalmente vulnerable.
Barack había estado cómodo con el trabajo hasta ese momento. Había aprendido algo de César y también le mostró algunos trucos. Sin embargo, se dio cuenta de que ese trabajo no era tan interesante para su compañero. Solo era un medio para conseguir un propósito mayor.
- ¿Yo soy uno de esos burócratas?
- Ya no, Barack. Has recuperado el gusto por lo que haces, y lo puedes hacer sin que tu mujer se sienta excluida del todo. Has recordado lo que te puso en la silla de un especialista y hasta te veo rejuvenecido.
- Entonces, supongo que ahora sí puedo morir en paz.
- Sí, amigo. Pero no antes que yo. Además, tienes que volver a tu trabajo luego de estas vacaciones forzosas.
Barack observa que César coge una copia del registro y se dirige a la puerta del salón.
- ¿A dónde vas?
- A encontrarme con mi destino, Barack. Y no quiero que me sigas. Sabes que es peligroso y tú tienes más que perder que yo.
- Eso no es cierto, César. Espera. Despertemos a las chicas y decidamos algo más razonable.
- No, Barack. Esto es todo lo razonable que podemos ser, y cualquier otra alternativa los deja a ustedes muertos.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- Porque he meditado esta situación miles de veces, Barack. No nos sirve un especialista muerto con dos mujeres solitarias. Tampoco tres posibles colaterales en una batalla o balacera. Además, te tengo un regalo que quisiera que disfrutes un poco más que yo.
- ¿Qué regalo?
- Las llaves de este laboratorio. No temas. La forma en que está registrado es totalmente limpia y solo necesita de un poco de tu cerebro para que nadie los moleste. Ah, cierto. Tengo un dispositivo que borra la memoria en mi diente, listo para ser activado si alguien quiere capturarme, y no tengo exactamente un historial de identificación. Por si acaso, nadie preguntará por mí en mucho tiempo… A menos que los muertos revivan.
- César…
- Has aprendido a ser un buen hombre, Barack. Cuida que Daniel también aprenda a serlo. Todavía no se descubre a sí mismo.
Esta vez el estupor de Barack fue diferente. No sintió ninguna imposición para que haga algo. De hecho, aunque la energía con que hablaba era mucho más intensa que cuando se llevó el file de Lena, estaba enfocada en otro objetivo. Sin embargo, escuchó un último mensaje.
- Por si acaso, no pienso morir. Estos últimos días me está gustando la vida.
César no toma el automóvil (es más llamativo y mucho más útil para sus adláteres). Aborda una motocicleta común, adaptada a una batería eléctrica autorrecargable. Buena potencia y alta autonomía. Así, con las luces apagadas, un motor silencioso y lentes infrarrojos, un hombre abandona su refugio.