29 de March de 2024

El agente y la psíquica: Fines y reinicios de la Tierra 1 (libro completo)

0

Queridos lectores, mi primera novela de ciencia ficción, denominada El agente y la psíquica: Fines y reinicios de la Tierra 1 estará disponible su lectura a partir del día de hoy.
Espero que esta experiencia sea igualmente grata, como lo fue para mí escribirla. Si quieren adquirir la versión original, pueden adquirirla a través de Amazon, o Tiendamía.

CAPÍTULO 5: REFUGIADOS


I

Dos días después, en una región sureña, un hombre mira su botella de cerveza al lado del ordenador. La sostiene un momento y bebe la mitad de ella. Mira hacia la única ventana abierta de su departamento y piensa que el toque de queda solo fue una excusa para no salir al exterior. Adora los días con lluvia y sabe que son esos momentos en los que tiene un poco más en común con el resto del mundo. 

Sabe que las noticias que se transmiten no son verdad. Es una mentira barata, dedicada especialmente a los jóvenes que no vivieron la guerra y los mayores que no quieren recordarla. Casi todos. Para él, testigo inevitable, es difícil escapar de la verdad. Cuando vio las noticias sobre el problema de seguridad, la imagen de los tres monstruos invadió su mente. El ruido de sus pisadas se sintió como si estuvieran en su techo. Su falta de rostro fue como una pesadilla en un espejo. Pero ellos no son el principal problema. El verdadero es que nadie sabe nada y él no lo quiere decir. Prefiere ver la vida pasar dentro de su departamento. Allí nadie lo puede censurar ni obligar a afeitarse. 

A pesar de la puerta cerrada y la oscuridad reinante, siempre hay momentos en el día en que tiene curiosidad por recorrer las tres calles del pequeño poblado al que ha migrado. Quizás es el aburrimiento o las ganas de ver sucesos increíbles, más allá de las sombras que lo acosan. 

De pronto, siente dos golpes maquinales debajo de la puerta y un sobre pasado por debajo de la misma. Mira extrañado, pensando en un error de envío. Ya había configurado todos los sistemas para recibir correspondencia por ordenador. Miró la carta como al rostro de un viejo conocido. Se acerca lentamente y recurre a un bastón con una aguja para recogerlo. Un utensilio arcaico, utilizado por quienes recolectaban hojas secas en el parque, ahora sustituidos por máquinas silenciosas e impersonales. Coge la carta con su mano izquierda. Sí. Es su nombre:

Sr. Víctor Quintana

Pte. 

Ceremoniosamente, conduce la silla de ruedas a su escritorio y corta la apertura del sobre con un cuchillo de poco filo. Una hoja simple, con algunos trazos a mano, dibujan un mensaje que, al principio, tomó por apócrifo. 

Queremos comunicarles que su nombre ha sido elegido para un tour muy especial en La Casa de Alejandro. Un lugar sumamente acogedor, en el que gozará de un festival gastronómico totalmente gratis y con un acompañante de su elección. ¡Esta oportunidad se otorgará por única vez en la vida! ¡Aprovéchela!

Para mayor información, solo tiene que abrir su puerta.

Víctor mira nuevamente la ventana. ¿Cómo trajeron esta carta en medio de un toque de queda? ¿Habrá más “seleccionados” en el pasillo? Sacude su cabeza y mueve vigorosamente sus manos para llevar la silla de ruedas hacia la puerta. Un angelical rostro de mujer joven le sonríe tras la puerta: 

  • ¡Qué dulce es usted, señor Víctor! Abrirme la puerta sin saber de dónde vengo o a quién represento. ¿Desea que le cuente más sobre el tour?

Víctor alcanza a ver las manos de la mujer. Las mangas de su blusa blanca y negra tienen un prominente bordado rojizo. El anfitrión la encuentra desconocida y demasiado segura de sí misma. Se siente en desventaja y amenazado. Con los ojos, busca algo con qué defenderse. 

– No, no he venido a robarle -dijo risueña, sin perder ningún aplomo-. Al contrario. Vengo a entregarle el principio de una vida mejor. ¿Me acompaña?

Víctor la mira nuevamente. En verdad, no parece de este vecindario, ni de ninguno de los que se encuentren cerca. Se trata de alguien que ha tenido proyectos en su vida.

  • No se preocupe. No tengo nada que pueda robar. Más bien, lo que quisiera es que usted sea mi acompañante. 
  • Así se habla, Sr. Víctor. Usted me honra con su elección. Entonces, acompáñeme por aquí. 
  • ¿Cómo? ¿Ya nos vamos?
  • ¡Claro que sí! ¡El mejor momento es ahora! -sonríe mientras va tomando control de la silla de ruedas. 
  • Pero, ¿y mis cosas?
  • No se preocupe. Como usted dijo, no hay nada que puedan robarle. Además, puedo cerrar la puerta por usted. Eso. Uno, dos toques y listo. Tenga. Le devuelvo su llave. 

Nunca, en ninguna de sus visiones, Víctor había tenido la oportunidad de vivir este momento. Sabía que alguien vendría, pero algunas veces lo percibió como un monstruo gigantesco que lo devoraba y consumía sus pocas ganas de vivir. En otras oportunidades, percibió que todo el edificio se derrumbaba encima de él. Tal vez por eso no buscó otra compañía que la de su propia inseguridad. Sin embargo, siempre era una visión inconclusa. Porque cada vez que acababa la triste escena veía venir un conjunto de luces que atravesaban al monstruo o construían una casa más grande. En esta oportunidad, lo único que había perecido era su sentido común, solitario como las calles que lo rodeaban debido al toque de queda. 

II

  • El acceso de nivel 6 muestra únicamente información real, abocada a la solución de  circunstancias del momento. Por ese motivo, sus filtros siempre están cambiando. 
  • ¡Es magnífico! ¡Inteligencia artificial al servicio del hombre! -Exclamó Barack. 
  • Estoy de acuerdo solo en la primera parte. Es inteligencia artificial, pero no es muy útil para el hombre. Siempre tiene sus defectos… Y uno de estos es que no ha formulado ninguna solución para esta crisis. 
  • ¿Pero, cómo? ¿El sistema no está diseñado para solucionar problemas como este?
  • Sí. Está diseñado para solucionar problemas; pero es probable que no estuviese diseñado para uno como este. Tú sabes que la fortaleza de un especialista en sistemas es la búsqueda de nuevas soluciones. Eso no es y nunca será para una máquina. – concluyó César. 

Barack volteó para ver el descanso de Lally. Se había preocupado mucho cuando ella lo obligó a aceptarla en el viaje y aplicar la función de borrar sus registros de localización e identidad. No hubiera dejado que salga ni se quedaría callada ante lo que César les acabó por confesar. Se acusó a sí mismo de insensible cuando se emocionó por la información a la que ahora tenía acceso. ¡El mundo se acaba y solo piensa en información!

Ya habían manejado seis horas hacia el oeste. Los dos hombres alternaron el uso del ordenador y del auto. Habían elegido la conducción manual, pues era un condicional para que el sistema no detecte ninguna anomalía con nombres propios. Un par de comandos adicionales repelían el interés en su presencia por parte de cualquier oficial o patrulla. Tenían un repelente para la autoridad y sabían utilizarlo. 

Lena y Lally estaban descansando en la parte posterior. Ambas gozaban de una virtud en común. Habían asimilado toda la situación y solo tenían que reposar para recuperarse. Además, el diálogo entre César y Barack era demasiado machista para ambas. Sin embargo, tras unos minutos de silencio, el especialista también se había quedado dormido. 

  • Barack. Barack.
  • Sí, ¿qué pasó?
  • Quiero agradecerte por acompañarnos. 
  • Ah. No. No lo digas. La verdad, quiero saber un poco más. 
  • Y lo sabrás… A Lena le asusta más lo que van conociendo que lo que puede pasarnos. Pero el punto es que necesito pedirte otro favor más importante. 

Barack esperó algo realmente serio. Volteó en dirección del conductor. Lo vio sudoroso, como sufriendo un gran martirio en medio de su forzosa concentración. César continuó:

  • Necesito que termines lo que hemos empezado si muero en el camino. 
  • ¡Pero, qué dices! ¡Nada te va a pasar!
  • En realidad, ya me está pasando, Barack. Antes ocurría cada setenta y dos horas. Pero desde anoche ocurre con breves espasmos. Espera. Voy a detener la marcha. 

Se detuvieron en medio de la nada. César sustrajo un inyectable de la maletera y unos parches antisépticos. No le pidió ayuda a Barack. Fue tan rápido que apenas se dio cuenta de la apertura de su camisa y de las manchas alrededor de su hombro. En veinte segundos se había colocado el inyectable, cortado las vendas y cambiado por un parque antiséptico. Se abotonó nuevamente los botones y volvió a encender el motor. 

  • ¿Cuánto tiempo te queda?
  • Para saber eso, tendría que saber qué es lo que tengo exactamente. 

Esa noche se detuvieron y armaron una carpa especialmente acondicionada para pasar la noche. La intimidad entre extraños no era costumbre de ninguno de ellos. Sin embargo, se sentían mejor al corroborar que la amenaza seguía lejos, y que podían continuar su marcha. El plan era salvar objetivos. Gente como Lena y César, los cuales parecen ser los blancos favoritos. Empero, el contraste entre los 1500 esperados y el reconocimiento de solo cinco por parte del nivel 6 los había consternado. ¿Eran todos los sobrevivientes o solo aquellos que el sistema alcanzó a detectar?

III

  • ¡Bienvenido! ¡Bienvenido! ¡Pase!

Nunca en quince años te habían tratado tan bien. La Casa de Alejandro es un sitio campestre de alta tecnología. Ya no tienes que mover tus manos para llevar la silla de ruedas. Usas pasadores eléctricos, servicio digital por voz y la mujer más hermosa que habías visto en tu vida. Cada gota de licor que pruebas es más exuberante, más delicioso. ¡Y todos es gratis!  ¿Sería la señal que estabas esperando? Tu ventana abierta te decía que había algo más que el rechazo y la censura de la gente. Tus quince años de reclusión en una silla de ruedas había terminado. Allí estaba tu recompensa. 

Unos minutos antes de la visita de la mujer, habías pensado en suicidarte. ¡Insensato! Todavía guardas ese revólver desde hace quince años. Lo limpias. Lo preparas y nunca lo usas. ¡No lo uses contra ti! ¡Eres feliz como eres! Olvídate de la guerra, de las explosiones, del fuego y tus pesadillas. Ya no necesitas licor barato para olvidarlas. ¡Llena tu mente con nuevos recuerdos! ¡Aquí es tu lugar! Y si te lo quitaran… Si te lo quitaran, pues ¡recuérdalos nuevamente!

  • ¿Cómo me encontraste? -le dijiste a la mujer que te acompaña. 
  • Fue muy fácil, Víctor. Tú eres especial. Muy especial. Solo que a veces lo olvidas. – sentenció.- Esta es una invitación de por vida. Puedes olvidarte de ese triste departamento. Solo tienes que conocer un poco más lo que te podemos ofrecer. 
  • ¡Lo que quieras!
  • ¡Bien! Eres un chico listo. Ahora vamos al salón principal. 

La banda eléctrica te conduce un poco más lejos. Sientes que se elevan por el lugar preciso. El más iluminado, el más cubierto por árboles, el más imponente por su construcción, el más grande.

  • ¡Has llegado a casa!

Abres los ojos ante el espectacular monumento que se abre frente a ti. Se abren puertas riquísimas en brillo y ostentosidad. La banda eléctrica te lleva por uno, dos, tres salones. Cada cual más magnífico que el otro. Aquí descansan ventanas enchapadas con elementos previos a la guerra. ¿De dónde los conseguirían? Casi todos los edificios se han caído, pero este parece más antiguo que la misma tierra. 

  • Hemos llegado a la puerta principal. Aquí te invito a que conozcas nuestro mayor tesoro. 

No te cortes. Has llegado hasta aquí y te espera lo mejor. Casi puedes pararte de tu silla para contemplar el espectáculo. Aquí está. Aquí, tras la puerta. Ya se está abriendo. Se ve oscuro del otro lado. No importa. La vida es una sorpresa tras otra. La oscuridad te permite visualizar algunas formas cristalinas en el fondo. Vamos. Hay que ver qué es lo que hay. Avanzas por tus propias manos y cruzas la puerta. Aquí está un salón sin muebles. ¿Dónde está la sorpresa?

  • Mira hacia arriba.

Una imagen absolutamente bizarra te mira desde arriba. ¿Una pintura? Desentona mucho con este lugar. Todo es elegante, excepto la representación que se desprende desde lo más alto de la cúpula. Se parece a un ser humano, pero sin rostro. Una sensación parecida a la de tus pesadillas. Lentamente desciende por la pared. Camina como si estuviera por una superficie horizontal. Te rodea solamente a ti. 

  • ¿Qué es todo esto?
  • Lo que siempre soñaste, Víctor. Ser alguien más. Ahora podrás lograrlo para siempre. 
  • Pero, no quiero. Así no. Sácame de aquí. Yo quiero estar contigo. 
  • No, Víctor. Tú quieres estar contigo, solamente. Me quieres solo por mi apariencia, pero nunca me preguntaste mi nombre. Es Evelyn, por si te interesa. Quieres este lugar, pero solo porque es hermoso. Pues bien. Aquí te dejo con nuestro secreto más profundo.  

¡No te vayas! Le gritas. ¡No te vayas! Repites. El tiempo se te acaba, Víctor. El tiempo ya no es tu revólver, no es tu vida, no es tu decisión. Te has convertido en presa.

IV

  • ¿De verdad esto es un laboratorio? – Te dijo Lena, risueña.- ¿Y dónde están los tubos de ensayo, las pruebas y los especímenes capturados?
  • Bueno, los tubos están en las cajoneras de la derecha. Las pruebas en el congelador de la izquierda y en cuanto a los especímenes, acaban de llegar. 
  • ¿Y qué experimentos harás con nosotros? ¿Nos convertirás en súper soldados?
  • Es tentador, pero tengo algo más que mostrarles antes de eso. 

Barack, Lally y Lena son los primeros seres vivos que ven tu dispositivo holográfico desde que se construyó. Las circunstancias los han unido. Confía en ellos. Lo sabrán todo… Pero poco a poco. Allí proyectas una vieja escena, una escena con quince años de antigüedad. Primero muestra una imagen satelital de diez explosiones simultáneas a lo largo de todo el hemisferio terrestre.

  • Esas explosiones marcaron el fin de la guerra. Ningún bando supo cuál fue el origen, y todos los que peleaban perdieron las ganas de combatir.
  • ¡Qué horrible es esto!  -exclama Lally. Observas que Barack la abraza. Son una buena pareja, después de todo. 
  • Tengo que comentarles que aquí ocurrió un fenómeno muy extraño, el cual no aparece en los libros de historia. De todas las ciudades que sufrieron de estas explosiones solo sobrevivió un reducido número de personas. Sin embargo, lo extraño es que haya pasado eso. Esas personas no tuvieron mayores secuelas. Una que otra esquirla, algunas contusiones y un ataque de amnesia que solo duró unos pocos días. 
  • ¿Cuántos fueron? -preguntó Lena. 
  • 1500 personas -atajó Barack.
  • Sí. 1500 personas -confirmas.- Y aquí, con ustedes, están dos de ellas. Dos personas desconocidas entre sí, pero con un pasado y algunas otras cosas en común. 

Lena te toca el hombro e interrumpe:

  • ¡Y yo que pensé que solo venías por leche!

Se te escapa una risotada y una mirada de complicidad. 

  • Pero ya, cuéntanos por qué me buscabas. -continúa.

Introduces nuevos comandos en el proyector. Ahora la imagen se acerca mucho más. Allí aparece el registro congelado de una explosión. La imagen era de un vecindario que conocías muy bien. El espacio de la calle, azotado por una extraña explosión, los elementos desprendidos, la vertiginosidad del viento, con automóviles despedazados por la onda expansiva y un cuerpo suspendido en el aire como un muñeco, sin mayor reacción que la del fenómeno destructivo. 

  • ¿Qué pasó con ese hombre? ¿Por qué no se despedaza como el resto de las cosas? -interroga Barack.
  • Pues, porque tenía que estar aquí para contarles esta historia -responde Lena. 
  • De casi dos millones de personas solo 1500 sobrevivieron ante un fenómeno que debió matarlos sin lugar a dudas. No, no piensen que somos inmortales. Podemos sufrir daño y ayer casi morimos. De hecho, me encuentro en grave riesgo, mucho más que hace quince años. 

Reanudas la grabación y muestras un mayor acercamiento. Una especie de brazo sostiene tu imagen en la grabación. Te toma desde la parte superior del cuerpo como si fueras un muñeco desarticulado y luego es arrastrado y calcinado por la explosión. 

  • ¿Qué fue eso? -preguntó Lally. 
  • Algo muy parecido a lo que nos atacó el día de ayer. Solo que esta vez supimos cómo enfrentarlo. 
  • Supiste, César. Yo solo vi cómo te convertiste en mi héroe. -comenta Lena. 
  • No soy un héroe, Lena. Te busqué por interés propio, así como a los otros. Me la he pasado buscándolos mucho tiempo. Y tuvo que pasar una crisis como esta para que se soltaran los archivos del nivel 6 y particularmente el registro de todos nosotros. 
  • Pero no entiendo. Cuando partimos me explicaste que había que contactar a todos los sobrevivientes para evitar que los maten. ¿Para qué los buscabas antes de la crisis?

La pregunta te hace sentir solo. Si se tradujera lo que sientes en un olor, sería el de un cementerio con las tumbas abiertas. Afortunadamente, ellos no podían percibirlo. 

  • Es difícil explicarlo con palabras. Creo que lo mejor será mostrarles. 

Te desabotonas lentamente la camisa. Allí aparece tu parche manchado por los primeros brotes de sangre. Si Barack tuviese sombrero se lo hubiese quitado, con un gesto similar al de la visita a un velorio. Al borde de la cobertura se dibuja un tenue color morado. Han comprendido que vivir quince años así es un peso del que cualquiera se quisiera deshacer, arrojándolo todo por la ventana. Sin embargo, el aroma que te inspiran es relajante. Sienten piedad por ti. Podrías soportar quince años más si esa sensación no cambiase, pero sabes que vivir con un solo sentimiento solo los envejecería mutuamente. 

  • La razón por la que estuve buscando personas que pasaron por esta experiencia podría conducirnos a una comprensión de lo que ocurrió en aquel entonces. ¿Por qué sobrevivimos si seguimos siendo vulnerables a todo lo demás? ¿Qué cosas cambiaron en nuestra anatomía? ¿Qué características nuevas tenemos? Parte del misterio se revela en el momento en el que Lena y yo nos encontramos. Era la primera vez que nos vimos y parecía que teníamos mucho en común. Y eso no es solo porque somos encantadores, sino también por un vínculo que se forjó entre nosotros mucho antes de encontrarnos. 

Los ojos hundidos de Barack se expandieron. Sabes que le encanta resolver misterios, pero también disfruta que se los revelen. 

  • ¿Qué, no eran pareja?- Preguntó Lally.
  • ¡Claro que no, Lally! ¡César no es mi tipo! – Atajó tu cómplice.
  • No. Ni Lena tampoco. Es demasiado flaca… Aunque fuera de eso la encuentro sumamente atractiva. 

Aunque la atmósfera era agradable, los interrumpió el silencio. Te cayó la preocupación por los otros refugiados y el tiempo que tienen. De 1500 han quedado cinco… Por lo menos en los registros. Luego piensas en tu esposa. Ella estuvo contigo al iniciar esa explosión, y solo te quedaron cinco metros para llegar a casa y verla cuando fuiste disparado hacia el vacío.

  • Bien. Entonces, ¿dónde me siento? -Te dijo enérgicamente Lena. 

No quieres responderle verbalmente. Solo le señalas el espacio para la toma de una muestra de sangre. La miras con admiración y recuerdas tu resolución al tratar de reconstruir este mundo. Desenroscas los frascos desinfectantes y procedes con la esterilización de tus manos y de la zona de la que obtendrás dos tubos de ensayo con una muestra de vida ajena. 

Cuando inyectas la aguja y Lena aspira sutilmente aire para conjurar el dolor, no puedes evitar ofrecerle unas palabras:

  • Te debo un momento especial.
  • ¿Lo dices por la sangre?
  • No. Por evitar que mi mundo se oscurezca de nuevo.

V

La muestra es genial, pero incompleta. Un suero provoca la coagulación de la sangre, pero no evita la combinación de náuseas y sensación de hambre. El laboratorio se siente solitario. Lena, Lally y Barack buscan un sobreviviente mientras el toque de queda se levanta y el mundo afuera parece levantarse nuevamente a través de la televisión y las noticias. Mientras tanto, las nubes oscuras parecen predecir la agonía del mundo.

La horrenda voz interior no invade a César, pero la recuerda tan vívida como el episodio de la explosión y el ser que casi le quitó la vida en la granja de Lena. “Hay más de ellos”, se repite a sí mismo. “Se están fortaleciendo con aquello que tienen en común conmigo”.

Llega un mensaje de texto. Sí. El sobreviviente está confirmado. 

“Son un buen equipo”, se dice a sí mismo. “Podrán trabajar muy bien en el futuro, o cuando tenga que irme”. “Alto. ¿De dónde vienen esas ideas? ¿De la soledad? ¿Del dolor? ¿De una premonición?”

El nuevo parece ser un muchacho de unos veinte años. Llegó con mucha expectativa y miedo. Parece que le contaron maravillas del anfitrión. César se embarga por el miedo ajeno. Esboza una broma y el invitado se relaja. Desearía que hubiesen formas menos dolorosas para retirar la sangre. El temor inicial hace difícil encontrar la vena, además de la particular delgadez del recién llegado.

  • Daniel -le dice César- Me parece que eres un buen tipo. Debe haber una muy buena razón para que hayas sobrevivido.
  • La verdad, quisiera saber la razón, señor César. ¿Por qué perdí a mi familia y amigos? ¿Por qué tengo que vivir escondiéndome de todo el mundo?
  • Me encantaría saber la respuesta, Daniel. Pero a veces la mejor forma de descubrirlo es voltear la página de todo lo malo que has pasado. 
  • ¡Pero eso es muy difícil, señor César!
  • Lo sé, Daniel. Todavía no puedo hacerlo.

VI

  • ¿Y cómo está la muestra? -preguntó Lena.
  • Divina. Su sangre es el néctar de los dioses. -Responde César, sin dejar de trabajar.
  • ¿Entonces, no sirve para nada?
  • Prácticamente. En realidad, la clave está en la maduración. Y eso se puede mejorar con algunos procedimientos.
  • Sé que puedes conversar conmigo sin mirarme, y seguir trabajando, pero necesito que me veas.
  • ¡Lindo vestido!
  • Esperaba una respuesta menos comprometida.
  • Perdona. Debo decir algo como que es la mejor elección. Ese vestido realmente destaca tu hechizante figura.  
  • Mejor. 
  • Pero no bien. 
  • No. Se te siente sumamente preocupado. 
  • Lo lamento, querida Lena. Todavía te debo un momento especial. 
  • En realidad, me conformo con que me digas honestamente qué es lo que quieres lograr: ¿una cura para tus males, que formemos un frente de batalla o que te hagas el martir?
  • Si no te lo he dicho es porque tengo mucho de lo que no quieres oír. ¿Realmente quieres que te lo diga?
  • No es que quiera, César. Es que prefiero confiar en ti que en lo que mi cabeza me dice todo el tiempo. 
  • Es exactamente lo que pienso cada vez que te veo, querida Lena. 
  • Esa respuesta me gustó mucho más. 
  • Y hay algo más, ¿no es así?
  • Sí, César. ¿Por qué los incluíste en este viaje?
  • Por la misma razón por la que los invitaría a todos: para que tengan más oportunidades de sobrevivir. 

Capítulo anterior

Siguiente capítulo

About Author

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *