26 de April de 2024

El agente y la psíquica: Fines y reinicios de la Tierra 1 (libro completo)

0

Queridos lectores, mi primera novela de ciencia ficción, denominada El agente y la psíquica: Fines y reinicios de la Tierra 1 estará disponible su lectura a partir del día de hoy.
Espero que esta experiencia sea igualmente grata, como lo fue para mí escribirla. Si quieren adquirir la versión original, pueden adquirirla a través de Amazon, o Tiendamía.

CAPÍTULO 7: CAMINO SINUOSO

I

El lugar donde descansan Lally, Lena y Daniel fue edificado bondadosamente. Tiene como  propósito albergar un espacio equilibrado entre el trabajo y la convivencia. Daniel representaba el aprendizaje; Lena, el equilibrio emocional; Barack, la investigación; Lally, el cuidado de los otros. En otra habitación, una mujer sin memoria descansaba bajo los cariños de la última.  

César había sido feliz en ese espacio. Todos eran valiosos. Sin embargo, cuando trajeron a Evelyn sin memoria y con rastros de haber sufrido traumas psicológicos, el corazón se le llenó de espinas. “Un monstruo”, se dijo. “Un monstruo ha destruido una vida inocente”. “Un monstruo le quitó sus sueños”. “Un monstruo como el que me atravesó el hombro”. 

Los últimos dos días César no había podido repetir estas expresiones en su mente. Sabía que Lena podía leerlas, y no se había dado permiso de pensar en lo que debía hacer de forma conclusiva. Algo tenía que sacarlo de ahí. Salvar una vida o encontrar al culpable. En la motocicleta no pudo evitar pensarlo nuevamente: “un monstruo, un monstruo, un monstruo, un monstruo”. Sí. Un monstruo tomó la vida de la mujer que lo estaba esperando antes que el mundo se viniera abajo nuevamente. 

“Si hubiese regresado inmediatamente de mi encuentro con Barack tal vez esa niña se hubiese salvado. Pero si eso hubiese pasado, Lena estaría muerta y no hubiese existido esta esperanza. ¿Cuál fue el camino correcto? ¿Sigo por el camino adecuado o estoy cayendo en un error”.

  • La soledad te mata, ¿no es así?
  • ¿Eres tú de nuevo?
  • No, querido. Eres tú. Tú que nunca estás contento con lo que quieres. Quieres salvar el mundo porque no pudiste salvar a tu mujer. Quieres salvar a Lena porque no pudiste salvar a una pobre chica. Pero tú te alejaste de ellas cuando te necesitaban. Tú decidiste irte. ¿Recuerdas? ¡Te dije que no vayas! ¡No vale la pena cambiar las cosas! ¡Aquí ya no hay lugar para ti!
  • No. Mi lugar está aquí y ahora. Esto es lo que debo hacer. 
  • No, César. Esto es lo que NO debes hacer. ¿Sabes? Estás yendo a una trampa de la que no podrás escapar. Y esta herida que tienes va a ser la más diminuta que te harán. ¿Ya está cerrando? ¿Funcionaron los sueros? ¡Pues te abrirán ocho más! 
  • Te voy a hacer una pregunta…
  • ¿Cuándo te he hecho caso en estos quince años?
  • Y si me clavan agujeros, pues tendré muchos oídos para escucharte. Pero ninguno lo hará. ¡Morirás conmigo!

César se retira los anteojos infrarrojos. Comienza a amanecer y la carretera dibuja bellos trazos, como canales bajo un mar transparente. “Sí, el problema es que estos días me está gustando la vida”. 

II

Barack miró las puertas cerradas tras las que descansan sus compañeros. Nunca le había costado tanto trabajo ingresar a la habitación donde descansa Lally. Él siempre tenía una razón. Trabajaba hasta tarde o tenía una reunión de trabajo. Ahora no tenía justificación como en su casa. La única que tenía se había ido. ¿Qué le diría? ¿Qué dejó que César se fuese así nomás? Miró la puerta de Lena. Ella sería la más afectada, pero siempre es la más razonable de todos. La puerta de Daniel estaba junta. Él todavía no tenía un vínculo emotivo con las mujeres, lo cual representaba una ventaja para hablarles. Sin embargo, su falta de locuacidad lo harían inútil para tomar la palabra. ¿Serviría de escudo? Tal vez. Por lo menos  no restaba. 

  • Daniel -susurró. 

Del otro lado solo se escuchaba la respiración del muchacho. 

  • Daniel -dijo con una voz casi normal. 
  • ¿Sí? ¿Qué pasa? ¿Qué pasó?
  • Daniel… ¡César se fue! ¡Tenemos que decirle a las chicas!
  • ¿Qué? ¿Cómo que se fue?
  • Fue por una sobreviviente. No quiso que lo acompañe porque pensó que era peligroso. 
  • ¡No, pues! ¡Si era peligroso tenía que haber ido acompañado!
  • ¡Exacto! ¡Ahora tenemos que decirle a las chicas!

La experiencia de Barack como funcionario le habían enseñado que un problema propio puede convertirse rápidamente en uno de varios. Incluso de gente que no tiene la misma responsabilidad. Ese “tenemos” funcionó perfectamente con Daniel, quien se levantó con todas sus fuerzas y se dirigió a la puerta de Lena. Sin embargo, antes de tocarla, le dio un contragolpe a Barack. 

  • Rápido. Habla con tu mujer. Yo hablo con Lena

¿Fue astucia de Daniel o simple sentido común? Lo cierto es que el retruco puso al especialista en el mismo lugar en el que empezó. Llamó muy despacio a la puerta de Lally, en contraste con lo que hizo Daniel con la de Lena. 

  • ¡Lena! Tenemos que irnos. ¡César se fue solo a un lugar peligroso!

La pequeña mujer se levantó rápidamente de su cama y se mostró con pijama y un albornoz desatado. Miró incisivamente a Daniel y a Barack. Sin embargo, cuando Lally salió de su habitación, disminuyó la gravedad de su mirada. 

  • ¿Tenemos transporte? -Preguntó con energía y severidad.

Daniel fue corriendo a verificar, mientras que Lena no dejó de mirar a Barack, tanto que el hombre casi termina de bajar la mirada, como un niño regañado por su madre. 

Daniel regresó.

  • ¡No se llevó el auto! Acabo de encender el motor y está casi listo para salir. 
  • Gracias, Daniel. Barack, tú conduces -concluyó Lena, mientras ingresaba a su habitación para cambiarse en un instante. 

El equipo partió sin Lally. Ella habría considerado insistir, pero tenían una paciente en observación que podría despertar y necesitaría de palabras cariñosas luego de salir de la fiebre y los escalofríos. 

En el exterior, el grupo se encontró con un próximo amanecer. Tenían poco que decir. Sin palabras y sin estrategias aparentes, se dirigieron donde se había sembrado el señuelo. 

III

Según el GPS, el destino se encuentra a cinco minutos. Han pasado cuatro horas de viaje sin novedad y sin sobresaltos. La noche fue tranquila en el horizonte y especialmente diáfana para el gusto de una trampa. Sin embargo, no se perciben olores o intenciones en el horizonte. 

El sitio en cuestión se parece al del último atentado mostrado en las noticias. Es una cabaña dispuesta en medio de una carretera marginal. Según el informe, dispone de un pozo artesiano para el abastecimiento de agua y servicios de recojo de residuos cada seis meses. Por parte del abastecimiento, existen centros de acopio a no más de veinte minutos. 

Sin embargo, al lado de la cabaña había un remolque de pasajeros. Cosa que desentona con el perfil mostrado en línea. 

El visitante desciende de la motocicleta a un rango de 300 metros. Revisa sus armas, colocadas en lugares discretos de un poncho ligero. Una prenda típica de viajeros en autopista, pero sumamente escasa para los parajes en los que se encuentra. Esa rareza era perfecta para las presentaciones. Siempre se puede pasar por un viajero distraído. 

Alrededor del remolque se visualizan dos sillas, perfectamente establecidas una al lado de la otra. Sin embargo, tanto la apariencia de la cabaña como del remolque en sí desentonan con el perfil de la candidata. Su mutuo descuido parece de algún hombre improvisado y sin espíritu hogareño. 

A pesar de que es de día, se vislumbra luz dentro del remolque. Un fregadero de agua evidencia el ruido de alguien lavando los platos y tarareando una canción. Sí. Parecía una voz femenina. 

Cuando César va a llamar a la puerta, otra se desploma detrás de él. César voltea y alcanza a colocar su brazo para ocupar el sitio destinado al golpe. Sin embargo, no es suficiente. Su cuerpo es arrojado dos metros y medio hacia un costado. 

En el breve vuelo, el visitante percibió al agresor. Sí. Era uno de los monstruos. Sin embargo, no había sentido emociones hasta el momento. De hecho, no las sentía incluso al establecer contacto visual. 

– ¿Te gusta mi juguete? -atajó el brutal anfitrión.- Es un poco elemental, pero efectivo. ¿No te parece?

La mirada del hombre se posó en el remolque. Allí estaba la otrora sobreviviente. Impávida ante lo que había sucedido o la perversidad del plan. César comprendió. Era una inhibidora de habilidades con el cerebro lavado. Por otra parte, el monstruo hablaba. ¿En cuánto tiempo había absorbido ese conocimiento?

– Vamos. ¿No te gusta? Me costó trabajo encontrar a alguien como ella. ¿Sabes? Pero más trabajo me toma aguantar el hambre. 

La mirada de César se posa en la criatura. No fue olor lo que sintió, sino una clara y horrible intención.

– Recomiéndame, entonces. ¿Cuál de los dos será el plato fuerte? De todas formas, soy bastante rápido. Solo me tomará unos segundos. 

– ¡Ven aquí, entonces! ¡A ver quién es más rápido!

– Je. Muy listo. ¿No? ¿Ya tienes tu arma preparada? Vamos. Pruébala. 

La ráfaga que lanzó César es rápida. Sin embargo, no genera mayor impacto.

– Vamos. ¡Puedes hacer algo mejor que eso! ¿No te puedes poner de pie? ¡Creo que mejor empiezo por ella!

– ¡No! ¡NO!

La carrera de César es rápida, pero dolorosa. Calculó la fractura en su antebrazo. No podría utilizarlo por un tiempo. Sin embargo, prueba con arrojarle un dispositivo que se activa en contacto con la piel. 

– ¿Una jaula electrónica? Ja. ¿De dónde sacas estas cosas?

Dentro de la frágil prisión se evidencia el agujero en medio de su rostro. ¿Tiene un rostro dentro de sí? ¿Cuánto tendrá dentro de sí?

  • Ya está.

El monstruo rompe la jaula. Recibe el golpe de César. Repele la bomba que colocaría con su otro brazo. Patea al hombre y devora a la mujer. 

  • Lindo plan -declara el monstruo-. Pero hay un problema. Nosotros aprendemos más rápido. 

Aunque la repulsión fue de cinco metros, César se sostiene sobre sus dos pies. Este monstruo es singularmente fuerte y con mayor capacidad de respuesta. Si obtuvo esa fuerza alimentándose de personas o por experiencias de vida era lo de menos. No es posible vencerlo en una pelea cuerpo a cuerpo. El arma de rayos es inocua contra él. Solo le queda una bomba. La más grande. Está sujeta a su cintura y tiene un rango expansivo de dos kilómetros. Comienza a considerar la muerte por sacrificio. 

De pronto, los olores comienzan a fluir. La inhibición había cesado. Parece que el monstruo no la puede utilizar. Al menos, no inmediatamente. ¿Heredará poderes o solo lo hacen más fuerte?

La vida, el sacrificio o una tercera alternativa. De la otra parte, escucha una carcajada de victoria. No es un ente corrompido por otro o por su entorno. Es un ente malvado por naturaleza. Disfruta lo que hace, pero sufre permanentemente en su propia existencia y en las consecuencias de sus obras. Nunca será feliz. 

De pronto, aparecen tres olores más. Los tres indican preocupación. ¡Han venido! La explosión gigante ya no es una opción. ¿Qué otra cosa se puede hacer?

El tiempo pasa más lentamente. El monstruo camina alrededor. Percibe los dones de su visitante. Nunca sintió tanto apetito. Saliva ácida pasa desde el agujero de su boca hasta el suelo, dejándolo infértil. 

En esos segundos llega la caballería. Desvalida de ideas, pero con la franca intención de rescatar a su amigo. Lena y Daniel descienden rápidamente del vehículo. El monstruo percibe sus presencias, pero desea enormemente su primera presa. Se carcajea con tristeza. César no habla. Prefiere mantener la atención de su enemigo que volcarla hacia los otros. Algo tiene que hacer. Las posibilidades de su pensamiento se disparan en varias direcciones. En el arrepentimiento por las decisiones tomadas. En la escena posterior a su muerte. En la captura de sus amigos. Sus dones parecen maravillosos para el resto, pero una carga para él. Casi todas las posibilidades resultan negativas. ¿Encontrará la correcta? Trata de caminar a pesar del miedo, a pesar de la preocupación. El monstruo también avanza hacia él.

  • ¡Déjalo! ¡Déjalo ahora y quédate allí!

La voz de Lena es intensa y con autoridad. Su semblante no es el de una mujer que alimenta a un caballo, pinta un cuadro en un lugar apacible o espera a su esposo. El olor de la bestia cambió y refirió lo que se podría entender como resistencia y lucha. Se ve que trata de dar un paso, y le cuesta como si sufriese de polio. De pronto se desploma. Luego trata de levantarse con sus miembros superiores. Le duele moverse, como si tratara de correr contra la fuerza gravitatoria de un planeta gigante. 

  • ¡Te dije que lo dejaras! ¡Déjalo y quédate allí!
  • ¡NO! ¡No lo dejaré!
  • ¡No te pertenece! ¡Déjalo y quédate allí!

El monstruo sufre. Opone resistencia. Sufre más. Cada palabra de Lena es un golpe destructivo como infartos cerebrales. Daniel corre donde César y le ofrece ayuda. César le toca el hombro con ademán agradecido. No deja de mirar al monstruo con seriedad. 

  • Esto no ha terminado, Daniel. 

Cada rasgo de la mente del monstruo se reconfigura. Trata de variar las relaciones para encontrar una forma de escapar del poder de Lena. Su mente es fuerte. Aprende rápidamente. Se lastima. Se levanta lentamente. Se golpea. Aprende una y otra vez. 

  • ¡Déjalo! ¡Quédate allí! -continúa Lena.

Por el otro lado, la mujer también sufre. Ha leído mentes durante quince años, pero nunca había pedido a ninguna que haga su voluntad tan explícitamente. Y esta mente está deformada por la maldad, sumida en un precipicio de deseos uno dentro del otro. Con cada orden, la mujer aprende cosas difíciles de olvidar. 

  • Daniel. Es hora de que tú también despiertes. -le dice César. 

El muchacho mira a César consternado. ¿Despertar? Era eso lo que no quería hacer nunca más. 

  • ¡Ahora, Daniel!

De los ojos de Daniel escapan algunas lágrimas. Sufre pesadillas al haber lastimado seres queridos y grita con ese dolor hacia el monstruo. Ese era el poder que había negado. El poder de atravesar la materia con la mirada, conjurado solo con sus emociones más fuertes. Allí comenzó a atravesar finas líneas en el enemigo. Lo despoja de su corporeidad. Le quita la posibilidad de reacción. Sin embargo, el monstruo sigue aprendiendo a regenerarse, a reintegrar su organismo. 

César activa su láser a la máxima potencia. Cambia dos circuitos y arroja el artefacto sobrecargado en su objetivo. 

  • ¡Corran!

La orden fue útil para Daniel, pero Lena apenas si puede mantenerse en pie. César la apoya con su brazo bueno. Suben al automóvil. Barack acelera como si el camino marginal fuese una autopista de vía rápida. 

  • ¡Por eso te escogí, Barack! 

El amanecer de ese día se estremeció con una nueva y significativa explosión, como las que dieron origen al toque de queda. Los únicos testigos de ello desaparecieron de la escena y se refugiaron en el anonimato con la certeza de no haber dejado huellas.

Capítulo anterior

Capítulo final

About Author

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *