Lágrimas del cielo sobre el mundo: Fines y reinicios de la Tierra 3 (libro completo)

0
CAPÍTULO II: PROMESAS

I

Diez años después, todavía puedes recordar esos rostros sumergidos dentro del cieno y esa maldad pura frente a ti. Juraste vigilarlo todo el tiempo a través de una rutina de recordación y  seguimiento teledirigido. Tus habilidades de visión fueron ampliadas gracias a un dispositivo electrónico y mucho entrenamiento. Lo observaste cada día, hasta que coincidieron en la tierra de los exiliados, cuando te ganó la esperanza de verlo despertar de ese maldito sueño. 

Diez años atrás, Erik retrasó sus males; pero también lo convirtió en un ser escindido. ¿Qué hubiera pasado primero? ¿Su propia muerte o la de todos los demás? ¿Por qué Erik lo dejó ir con vida? ¿Era parte de su plan o el de César? 

  • Diana… 
  • ¿Sí, Lena? -respondiste a la mujer que acababa de entrar.
  • Te demoraste en responderme. Te veo preocupada. 

Tu rostro se vuelve comprensivo y maternal. 

  • No tienes que disimular, Diana -te ataja la psíquica-. No va a cambiar a partir de ahora. 
  • ¿Cómo puedes saberlo? ¿Lo has revisado a fondo?

Tu interlocutora levanta las cejas en un gesto de sorpresa poco común en ella. Sintió algo profundamente invasivo en tus palabras. Sin embargo, continuó.

  • Diana, hemos pasado dos días en un lugar que debería ser el más seguro del mundo. Sin embargo, siento que ya no lo es. 

Tú lo sabías. Llegar hasta aquí con vida solo significó un triunfo temporal. Te arrepientes de haberte quedado sin preparar a los exiliados para un contraataque.

  • ¿Ya se lo contaste?
  • Sí. Y me respondió que solo un psíquico puede vencer a otro psíquico… Y a juzgar por tu expresión, sabes lo que eso significa. 
  • Lo sé, Lena -respondes con delicadeza-. Pero no esperaba que ocurriese tan pronto. 

II

  • Clarita.
  • ¿Sí, mi gordito?
  • Debemos irnos. ¿No es cierto?
  • No, gordito. Debo irme yo. El mensaje que recibí fue bastante claro. 
  • Y conmigo… “Hasta que la muerte nos separe”. 

Sonríes dulcemente a Michael, hasta el punto en que te sientes una extraña. Salir sola y sin él era casi imposible con tus piernas inmóviles. Podrías volar, pero no tardarían en arrestarte debido a las Prohibiciones y al propio hecho de hacer algo extraordinario. 

  • Michael.
  • ¿Sí, mi amor?
  • Necesito que me lleves. Pero no será necesario que lo hagas por mucho tiempo. 
  • No, Clarita. Yo mismo te lo dije hace poco -te responde Michael, porfiando y tratando de disolver emocionalmente el hecho de que ha tenido la visión de su propia muerte en más de una oportunidad.
  • Michael. 
  • ¿Sí, mi amor?
  • ¿El futuro se puede cambiar?
  • No lo sé, amor. Pero sabes que no cambiaré de opinión si hay que decidir entre tú y yo. Y esa es una promesa inquebrantable. 

Dejas reposar tu rostro en los brazos del hombre que había tomado una decisión anticipada. Te sumerges en ellos, como queriendo detener el tiempo. Te zambulles en tu propia mente, tratando de encontrar las razones por las que ambos adquirieron estos poderes. Te preguntas si puedes recurrir a más gente como ustedes, pero acabas con la misma sensación que tendría una plaqueta solitaria, al tratar de sacrificarse para bloquear millones de lágrimas de sangre.

III

En un lugar apartado, un grupo de seres de rencor y codicia cuenta constantemente la extensión de sus redes y la reinstalación de su conciencia.

Sangre oscura

Sangre oscura multiplicada por tres

Sangre oscura multiplicada por cien

Multiplicada por ochocientos veinte

Multiplicada por mil semillas silenciosas

Seis mil semillas de sangre oscura

¿La presa?

La presa está madura y fuerte

La presa caerá por las semillas o por los tres

Por los tres o por uno

Por miedo

Por mente

Por fuerza

Uno de los tres seres se dispone a salir. No mira hacia atrás ni da una orden, pero un contingente de hombres y mujeres armados se forma y lo acompaña. Había independizado su poder psíquico del uso del lenguaje, otorgándole la posibilidad de que su ejército reaccione más instintiva y rápidamente. 

Detrás de este ser, dos más proceden con su propia reconstitución; conformada por dos conjuntos de cuerpos basados en la fuerza y el gobierno de las emociones, respectivamente. Sus pieles se definen y redefinen conforme pasan los segundos, incrementando su tamaño o cambiando de forma. Tendrían su oportunidad o la combinarían según sea necesario. Por el momento, los tres ya estaban saboreando un nivel más allá de los individuos que habían sacrificado. 

IV

  • Entonces, ¿cuál es mi nivel actual? 
  • El mismo que Erik tenía cuando me “operó” -te responde César, inexpresivo y concentrado.- Debería corresponder al nivel cuatro.

Nunca pensaste en ti misma como una psíquica hábil hasta que el profesor Néstor te llamó “prodigio”. Habías leído y controlado mentes sencillas, visitado el interior de una mente compleja y reconstruido una memoria rota intencionalmente. Y alguien con ese mismo nivel había conseguido gobernar el mundo desde las sombras. Una vocación ajena a tus planes de pintura, de granja, de libertad o de familia. Te sentiste incómodamente poderosa. 

  • ¿Y cuál es el nivel que podría tener Erik en este momento? -continuaste.

La mirada de César se ocultó de su propio rostro por unos segundos. Habías visto ese tipo de ausencia anteriormente; pero nunca de tan atrás ni por tanto tiempo. 

  • Si mantuvo el mismo ritmo de aprendizaje, diría que un nivel seis… Pero depende de la resistencia que haya encontrado por parte de otros. Si no la hubo, sería difícil que haya llegado a ese punto.
  • ¿Por qué no lo crees? -le preguntas, como si se tratase de un asunto personal.
  • Porque consiguió las dos cosas que quería: sacarme del juego y ganarlo. Y podría haberme ocurrido lo mismo antes que a él si no me gustara tanto la leche…

Le sonríes con una pequeña sensación de alivio. “Todavía está aquí”, te dices a ti misma. Debajo de todos esos poderes y de esa gran armadura de experiencias sigue siendo el mismo. El calor que sientes con su abrazo te hace recordar que lo mismo pasa contigo. 

  • Entonces, me vas a entrenar, ¿no es cierto?
  • No, querida Lena. No va a ser un entrenamiento. Será una guerra sin cuartel. Una guerra en la que no tendrás tantas opciones de ganar como la última vez que me visitaste… Y estoy seguro de que ambos la disfrutaremos.

Te pasas de estar a su costado a plantarle cara. Sus ojos se vuelven un espejo para ti; tanto en la mirada como en las lágrimas. Lo abrazas fuerte e intensamente. Como si la medianoche del mundo terminara de tocar sus campanadas y no importase la diferencia entre la derrota y la victoria. 

V

Un hombre pequeño, delgado y de pasos nerviosos camina familiarmente por la universidad y se pone frente a la oficina de uno de los profesores principales. 

  • La escuela ya cerró, señor. -le dicen desde dentro.
  • ¿Este es el saludo de un amigo y colega? -responde en voz alta.
  • No. Este es el saludo de un viejo enemigo. Y la placa en la puerta dice que aquí solamente soy un profesor y no alguien más. 
  • Pues, si hubiera sido solamente profesor yo no estaría aquí… ¿No es cierto? -replica el visitante.

La puerta se abre y deja ver al profesor Néstor. El anfitrión luce un rostro que combina indignación, respeto y miedo asociados, como no mostraba desde hacía varios años. El invitado ingresa y se instala en silencio. 

  • He cumplido mi promesa, si te interesa saber. -Continúa el catedrático.- Si quieres, lo repito diez veces más para que lo compruebes… Aunque con una sola vez bastaría para ti… ¿No es cierto, Erik?
  • Tu promesa fue no emplear tus habilidades ni revelarlas a nadie, Néstor. Pero César recuperó la memoria después de visitarte… 

El anfitrión varía su expresión mientras Erik pronuncia sus palabras.

  • Te lo preguntaré de una forma más directa y  por última vez -prosigue el visitante.- ¿Cómo recuperó la memoria?

El profesor ya no tiene la mirada en Erik. Sus ojos parecen contenedores vacíos.

  • ¿Néstor? 
  • Esta es mi lección final, Erik. -responde, finalmente, el cuerpo casi inmóvil de Néstor- ¿Puedes leer algo más de este mensaje o solamente mis últimas palabras?

El visitante vuelca toda su atención a través de cada fonema, cada centímetro de aire y cada espacio ocupado por el cuerpo sin mente que, hasta hace poco, estaba por revelar forzosamente sus secretos. El doctor Néstor Almado, catedrático especialista en ciencias de la mente y uno de los más ilustres psíquicos de antes de la guerra había abandonado su cuerpo sin dejar rastro. Incluso Erik, un prodigio especializado en el sometimiento de mentes poderosas, desconocía esa habilidad. 

Todavía con algo de estupor, hace una reverencia privada antes de ordenar la desaparición del cuerpo, la identidad y todo lo que concierne a quien fuera su maestro y opositor ideológico. 

Durante los siguientes días, Erik se ahorra las palabras hacia sus hombres e indica cada una de sus órdenes con la mente. La más llamativa de estas consistió en alejar a todos sus agentes de la zona en la que su verdadero objetivo fue visto por última vez.

Ir al Capítulo IIr al Capítulo III

About Author

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *