Elogio de los opinólogos (un cover de Rubén Darío)

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Viene al foro un individuo de opinión robusta y prominente, una presencia dominante que no se oculta tras la tímida duda ni se retrae ante el silencio ajeno. Este opinólogo, de verbo ágil y teclado inagotable, no vacila en entrar en cualquier conversación, ya sea sobre economía global, inteligencia artificial o el polémico final de una serie de televisión. Es comunicativo, ingenioso, y de un humor irónico que no flaquea, ni siquiera cuando enfrenta las inevitables réplicas de quienes osan contradecirle.

Lo acompaña una audiencia constante y cambiante: algunos detractores, otros seguidores fieles, y un nutrido grupo de espectadores silenciosos que leen, sonríen y, al final, no se atreven a intervenir. “El opinólogo,” diría probablemente algún sabio perdido como Octavio de las Redes, “es la brújula de las discusiones modernas; señala a todas partes y no llega a ninguna.”

El gran filósofo ficticio, Ludovico de la Polemique, afirmaba en algún rincón olvidado de internet: “Una opinión sin expresar es como un meme sin publicar: pierde su propósito.” Y quizás esta sea la doctrina que guía a nuestro opinólogo. No importa cuán complejo o trivial sea el tema, él siempre tiene algo que aportar, ya sea un análisis agudo o una declaración absurda pero tan bien articulada que es difícil refutarla.

Vedlos en acción, estos opinólogos de la era digital, dueños de la última palabra y los primeros en comentar. En el fondo, son los Sancho Panza del siglo XXI: prácticos, adaptativos y absolutamente convencidos de que saben cómo funciona el mundo, aunque solo lo hayan visto desde la pantalla de su teléfono. Sus opiniones, como el pan recién horneado, llegan calientes y listas para ser devoradas o discutidas.

El opinólogo rara vez está de mal humor. Siempre tiene una chispa de ingenio, un sarcasmo en la punta de los dedos. No conoce la melancolía; no tiene tiempo para ello, ocupado como está en explicar por qué su perspectiva es, si no la correcta, al menos la más entretenida.

Pongamos por caso a un opinólogo cinematográfico. No ha leído el guion, ni sabe nada de dirección, pero puede explicarte con una seguridad inquebrantable por qué la última película de Christopher Nolan es “sobrevalorada”. O consideremos al opinólogo gastronómico, que jamás ha pisado una cocina profesional pero sabe, sin lugar a dudas, que un risotto se debe servir con una pizca de humildad y no con un aspaviento de queso parmesano.

Casi siempre están de buen ánimo y digieren bien los disgustos. No importa cuántos “haters” les lleguen, ellos responden con una mezcla de condescendencia amable y frases dignas de un debate en Harvard. Y si se equivocan, cosa que jamás admitirán, encontrarán una forma de retorcer el argumento para hacerte sentir que, en realidad, tú eras el que no entendió nada.

La prudencia, ciertamente, no es su fuerte, pero ¿qué opinólogo sería prudente? Imaginemos a un Bruto opinólogo: “César, te aprecio, pero déjame decirte algo sobre tu liderazgo…”. Y, claro, Julio César no habría llegado al Senado sin antes bloquearlo en todas las plataformas.

Los opinólogos no son malignos, aunque su frecuencia puede agotar. Ellos no persiguen la verdad; persiguen la conversación, el eco de su voz resonando en los oídos de quienes los leen. Son los Falstaff del mundo digital, menos interesados en el bien común que en el buen momento.

Por ellos escribo estas líneas, recordando a los grandes opinólogos de la historia: al noble Sócrates, que preguntaba tanto que terminó condenado; a Oscar Wilde, que jamás perdió una oportunidad para opinar con gracia; y a los innumerables usuarios anónimos de Reddit, cuyos hilos interminables han resuelto (o empeorado) más problemas que cualquier consejo profesional.

El opinólogo es, en esencia, un ser feliz. Y aunque a veces nos exasperen, debemos agradecerles. Porque, sin ellos, ¿qué sería de nuestras conversaciones? Un desierto sin memes, un hilo sin respuestas, un mundo sin discordias brillantes. ¡Larga vida a los opinólogos, los abades de la opinión irreverente y los bufones de nuestro caótico foro global!

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