Esperó hasta cumplir sus cuarenta años. Salió menos abrigado por la prisa y el paquete. Allí estaban el puente y el abismo. Miró hacia abajo y arrojó lo último que le quedaba de remordimientos y proyectos incumplidos. Allí quedaron el anillo y un ramo de flores marchitas, regadas con sus lágrimas.

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