Solo visiones: Poemas escritos a la luz del encierro, por Mauro Marino Jiménez

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Mientras que un cuento o novela describen momentos objetivos de una realidad ficcional, el poema se sumerge en lo personal. Profundiza en los límites de la sensibilidad, hasta que su mensaje críptico busca su lugar entre los límites de lo dicho y lo sentido.
Solo visiones es mi cuarto libro de poesía. Un libro dedicado a la creación como acto diario y bajo el amparo de la soledad; pero que también se impregna en los anhelos por los que las personas viven sus vidas. En este poemario busco representar esa relación de forma transparente y entrañable. Por ese motivo, muchas de estas lecturas, con palabras muy diferentes, se parecerán a las conversaciones que tenemos con nosotros mismos en los extraños momentos de soledad que hay al despertar o a punto de dormir.
Los invito nuevamente a leer (y compartir) estas visiones.

Copia de PALABRAS QUE NO ENCONTRARON SU FUEGO

Queridos lectores, me resulta grato anunciar la publicación de mi cuarto poemario, dedicado a la creación, la confrontación de la identidad y los avatares de encontrar un lugar en el orbe. Si desean adquirir el libro, está disponible en Amazon para su versión física a través del presente enlace.


Mientras que un cuento o novela describen momentos objetivos de una realidad ficcional, el poema se sumerge en lo personal. Profundiza en los límites de la sensibilidad, hasta que su mensaje críptico busca su lugar entre los límites de lo dicho y lo sentido.
Solo visiones es mi cuarto libro de poesía. Un libro dedicado a la creación como acto diario y bajo el amparo de la soledad; pero que también se impregna en los anhelos por los que las personas viven sus vidas. En este poemario busco representar esa relación de forma transparente y entrañable. Por ese motivo, muchas de estas lecturas, con palabras muy diferentes, se parecerán a las conversaciones que tenemos con nosotros mismos en los extraños momentos de soledad que hay al despertar o a punto de dormir.
Los invito nuevamente a leer (y compartir) estas visiones.

También pueden realizar la lectura multimedia a continuación.


SOLO VISIONES: POEMAS ESCRITOS A LA LUZ DEL ENCIERRO

El que tenga oídos, que oiga
Mateo 13,9

Soñaba encontrar un muro de agua y el sol atravesándolo en el silencio.

César Moro

Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. 

Michael Ende

Leitmotiv

Leitmotiv

Para escribir en la tierra 
basta con tus cejas, 
tu boca
y tu papel.

Para escribir en el aire 
es necesario quebrar versos.
Propinar golpes de sombra a tu propia luz.
Alumbrar láminas de sonido en un silencio monstruoso.
Y encender ramas de hormigón en desenfreno.

Para escribir en el aire 
es preciso ocultar e hincar parajes donde el aire se alimenta, 
mientras sueña.

Llevar puertas donde moren universos no proscritos 
ni callados.

Calmar espacios públicos de madrugada 
y por encargo.

Bajar telones forzosos con miríadas de preguntas 
sin ninguna respuesta.

Para escribir en el aire
hay que manchar la política con lunas blancas
y sin mácula
armar las flores en un río transparente de hojas negras
llevar anversos donde pasten 
los mejores átomos de sangre y tegumentos

Llevar un río al mar 
y un mar a un río
y un soplo prestado o entregado 
por encargo 
desde antes de ser barro
y antes de ser polvo.


Carrera

Carrera

Amor se escribe con sangre
con cenit
tinta indeleble 
y almidón por componerse.

Es a través del mar donde cuecen las palabras
se agolpan las vértebras
se cierran los pulmones y laten los miedos para huir a medio lado.

Es a través del del aire que aterrizamos rápido 
nos despedimos 
hacemos huecos en la vida futura
engordando heroica e insuficiente y con terror gratuito a la vida gris.

Es a través del fuego que tus manos dan vida a la oscuridad
a través del fuego palpitas y ensayas estruendos
del fuego que apaga
del fuego que canta
y deja sin voz a la ósmosis 
y la alquimia 
es a través del fuego que propinas banquetes, ruedas y calcios
y principios
e inicios de civilización 
retiradas de culturas
y ojos que volvieron del futuro sin saber cambiarlo.


Estupor

Estupor

Los pueblos quieren montañas junto al mar,
jamones de naranja recién hecha  
y baños de avestruz cocido con limón neutralizado.

Los pueblos 
quieren demorar el día en que llegará la oscuridad hasta el techo de sus órganos,
aplazar trompetas,
desalojar cuerpos celestes con vidrios y pantallas.

Descansan conectados a sus férulas y sus torres de meollos
Donde sueñan.

Lucran cantos, 
escrituras,
saltos asimétricos, 
cirios falsos,
luminarias,
no visiones.

Los pueblos
caminan por el vendaval del amor inconcluso,
por el ritmo de la guerra paradigmática,
por el cántico de la muerte de todos sus ajenos.

Nada más bello y horroroso que ser pueblo,
nada más valioso,
nada más gritado en el desierto, las miradas y los huesos aferrados a los cauces de los ríos,
nada más que crisantemos solitarios con un punto de agua en un mar de fuego.

Nada más que un par de dioses que sacuden sus espadas con el barro,
para que el pueblo afile cuernos y pique plumas
y muerda las cenizas exhaustivas en las vendas de los ojos.

Ese pueblo camina delante tuyo,
detrás tuyo y
dentro tuyo.

Camina como un chorro de golpes por una madrugada sorda.
Camina con hojas enquistadas de poder sobre corales.
Con cielos nublados para el libro de todas las almas en una tabla de aluminio.

Camina,
desde luego,
cuando el mar ya es una puerta cerrada
y el cielo un espejismo de otra vida.


Venganza

Venganza

No charla
no camino
no calles estrechas de puertas con rojo previsor
no arrecifes contra la cabeza
ni una visión lenta  
de quien fuera una mujer sola
en un país lejano
o un final esquivo
colocado en el lugar de La Mancha
o una voz solitaria
que se esconde de las piedras que hacían juego fuera de ellas
o el poema de la medianoche
que me venga a la zaga del insomnio 
y que educa lento a sus propios pies
encontrados en la primera estación 
y en el último tramo 
de seres cocinados entre el desdén y la vida eterna
como frutas recogidas por su propio árbol 
como fuegos extraños de algodón guerrero 
con cálculo y olvido
como comas al final del punto 
y barca que estaciona en cordilleras.


Celebración

Celebración

Yo quise ser alguien especial
pero nací como un hombre atrapado en el cuerpo de un hombre
con una mirada inapropiada para reyes con cráneos de cera
y con manos que hacen oro para enanos y chusmas.

Quise ser alguien especial
pero vendí mi poesía a precio de apóstol fustigado en tierra ajena 
y desmembrado en tierra propia.

Quise ser el sueño de alguien
pero ese alguien taladró mi cuerpo con azufre y pesadillas.

Quise llegar a tierras ignotas
colgado de un avión con motores de libélulas
pero soplaron mis hojas para trapear el sanatorio
y quemaron mis huesos en la fogata de una playa.

Quise bajar hasta la hechura de los cantos de las garzas
pero me hirieron con rayos y rodearon mis manos con fustanes remojados 
y colores impuros.

Quise reencontrarme con el mar de mis deseos
pero estaba ocupado con monedas de barro, arcones ajenos 
y tablas con clavos que oxidan el brillo solar 
y las luces de sus fiestas y hecatombes
y humos negros.


Pausa

Pausa

Un pájaro acerado despega desde la hojas hasta el quilo
aterriza en los extremos más hostiles
y gratina los restos de una alquimia de versos mal pagada o mal escrita.

Una tortuga picotea los huesos de las plantas 
eludiendo la historia de cuando al fin había sido oída.

Una figura de papel resuena en la Gran Pizarra Azul y arrastra el firmamento plomizo que espía los domingos y sangra en las ventanas

Un pez desmemoriado reescribe la primera novela de la historia en papel y guijarros y picos de botellas de bebidas intrusas.

Una persiana abierta ilumina los rostros de máquinas que cuentan batallas perdidas y fijan aliados para dormir cabeza a tierra. 

Una visión inmemorial recorre un cuerpo flagelado con espina letal
amor robado
hojas latentes
y vida maravillosa en dos sabores y mitades.

Un pájaro celeste aterriza en el asfalto
y escucha el silencio otorgado o cedido 
en el mar inamovible que se calza en vibraciones 
profecías despertadas 
márgenes ilusos con
paz y muchos sueños.


Renacimiento

Escuché que moriste
desde la sólida voz de tu enfermera hasta el frío etéreo que bebe en las grupas de animales y plantas. 
Allí, en ese rumor de jardín, no había vibraciones injustas. 
Solo un recuerdo de lugares hallados entre las postales de mayo y las impresiones de junio. 

Por eso quise preguntarte si realmente estabas muerto. Todos los saludos eran tibios. Todas las vidas eran rápidas. Todos los aires sometidos a la sal apropiada. 
Supuse que me explicarías si habías muerto.

Pero te hablo en el desierto. 
No escuchas mi respiración ensordecedora en medio del tráfico.
No me ocultas las heridas que te hicieron ayer, y que se propalaron con fotografías de carne y de jardín.
No replicas los insultos que te lanzan en el medio de la noche; cuando la lluvia te hace caminar por planetas silvestres.
No sé si acabas de morir o quieres seguir agonizando en el reflejo de quien eres detrás del espejo.
No sé si buscas salir de allí, o dejar que sean otros los que sigan hablando en las crónicas o las noticias que se escurren en imaginarios efímeros. 
No sé si prefieres callar definitivamente, o responder por todos los siglos que acabaste en la sequedad del insomnio. 
No sé qué tanto quieras renacer, ahora que sabes hasta dónde puede rebotar una luz, hasta dónde puede ser incoloro un espejo, hasta cuándo se convierte el fuego en una estatua rupestre.
Hasta qué límite el mar se habrá alejado de sus primeros anfibios.
Hasta qué espacio me encuentro yo en lugar de ti.

No lo sabré 

Ni aunque el tiempo me lo diga en tu rostro
o el sol se canse de blanquear esta tierra herida de abismos.


Aparición

Aparición

Solo recuerdo tus espaldas
Tus lágrimas y pasos demorados que hirieron el asfalto como una guillotina de gotas agobiadas por lumbreras y bolsillos rellenos.

Te fuiste (o yo me fui) pronunciando susurros que se hicieron nubes para el corazón de la Tierra.
Te fuiste como un hielo rojo, gratinado en los espejos de la memoria y la mitad del aire.
Te fuiste (o yo me fui) exhalando una letanía de niños y cachorros sumergidos en un tiempo oscuro.

Me fui, queriendo terminar un camino en línea recta, donde el aire del planeta vuelva a unirse o saludarse.
Me fui, bajando las alas, para observar si la belleza perdió sus artículos tras una lucha cruenta de adjetivos y voces cerradas.
Me fui acabando, porque hay adioses que asesinan todas tus plaquetas y tus mares y todas tus espaldas caídas sobre la nieve y todos tus enemigos llevados hacia el fuego.
Me fui buscando un tiempo que inicie en línea recta, con curvas que se escuecen en los ojos, se escurren de las manos y se hacen desear por el olvido.   


Catástrofe

Catástrofe

No, que no desemboca. Agua fija en un punto,
respirando con todos sus violines sin cuerdas
en la escala de las heridas y los edificios deshabitados.

Federico García Lorca

I

La tierra es leve.
El paso es leve.

Los rostros 
ajados con fragmentos de lunas rotas,
juzgados con frecuencias de piedras muertas.

La tierra es leve,
porque sabe cuál fue su comienzo
y su última estación detrás de la guerra.

El agua no desemboca.
No es línea, ni ropa, ni cánceres mirando hacia las calles fallidas.
Ni calco de espejos trozados en su versión más solitaria.
Ni abundancia de reinos, soportados por las lágrimas de un drama con testigos.

El aire es fuego,
por respiros imposibles y calcos y rápidos centímetros entre almas perseguidas
en el lado b de un orbe sin entrañas.

El aire es fuego,
porque rostros imposibles pugnan por llevarse una cosecha perdida a la prisión de su propio polvo 
y a la señal de su propia pira.

El aire es fuego
porque la memoria falsea el tiempo muerto y las lágrimas son construidas con flores cortadas.

Porque no queda destino que se cueza a la sazón de quimeras o las voces del polvo. 
Porque el viento acabó solitario su primera historia
y contará los planes para nuevos elementos y nuevas voces 
y nuevos tiempos.

II

Un poema interminable cayó desde el rocío y la penumbra.
Se hizo presente como un cuaderno de las ocho.
Como un reloj de las siete.
Como intemperie que fermenta o como asueto que se sube por las venas de la atmósfera.
Un poema interminable se devora a sí mismo
Sin atención por las miradas en derredor de los hechos
Acabó muerto de cansancio, muerto de preguntas, muerto de no saber a dónde irían sus respuestas.
Un poema interminable se opera diez veces más de la cuenta, 
creciendo por extremidades y acabando por el centro de su acción.

Punta y filo.
Mano y ojo.
Polvo y bandos.


¿Cuánto más debo escribir?

¿Cuánto más debo escribir?

Con parquedad casi exagerada, te diría:

Hasta que la sequedad de tus teclas combustionen en el centro de la Tierra.
Hasta que todos los miliamperios desaparezcan por la ley de la entropía.
Hasta que descubras tus rasgos mentales, vivas con ellos y los desmientas.
Hasta que la mirada del ser que amas no te diga nada.
Hasta que se agoten los antecedentes que te hicieron culpable.
Hasta que creas que en la vida solo tuviste los mejores amigos y la mejor vida.
Hasta que el hambre deje de ser una visión cercana, lejana o una visión cualquiera.
Hasta que seas el blanco, el negro y el gris de todos los deseos ajenos.
Hasta que la gente que no sabe de poesía deje de hablar, escribir o premiar cualquier remedo de esta.
Hasta que la música baile al son de las letras y las letras lean lo que pudo ser música.
Hasta que el recuerdo ya no te devuelva su indiferencia o su visión retorcida.
Hasta que el peso de tu alma sea separado de la comida que ingeriste de más.
Hasta que la muerte ya no opine del miedo, orgullo o desdén que sientes por ella.
Hasta que las placas tectónicas quieran hablar con los meteoritos, los agujeros negros, los vendavales, los bombardeos y tus propias aguas sucias.
Hasta que la Tierra ya no pase lista, ni con los dedos, ni con golpe de ojos, ni esperanza en quién serás mañana o en tu día completo.

Memoria

Memoria

Miro el árbol con que me señalaron y ataron,
y lo encuentro ya sin víctimas, trapecios, zancos masticados por la prosa o gravedad exacerbada.

El árbol, ese campeón que nos tuvo acunados con sus lágrimas ajenas, ahora se duerme por la falta de acción, por la falta de un abrazo propio, por la falta que tienen los seres que nacieron para entregarse por entero.
Me gustaría que ese árbol tuviese rostro humano; justo arriba de lo que sé que es su pecho y sus brazos más fuertes.

Ese árbol, entonces, tendría que decir lo que piensa sobre la gente que ya no camina, y que olvidó lo que significa la mirada de su propia especie.

Tendría algo que opinar sobre el horizonte de quienes lo ven todo horizontal, todo marchito y todo ido hacia caída libre.
Podría hacer música con las costras que se entreveran en su corteza, como las gotas de agua que vuelven a ser un lago o un mar muerto.
Podría sentir que vuela en los acertijos que le deparaba el viento, o las voces que se sometían a los designios de su temporada más violenta.

Me gustaría escuchar lo que ese oscuro agujero recibió alguna vez, como respuesta de mis semejantes; aunque haya sido solamente para irrumpir al silencio.
Sería una oportunidad demasiado delatora. 

Ese tronco ya no resiste vaivenes, ni arrastres, ni memoria convertida en palabras, ni olvido derrotado por su propio reino, ni pliegues de temor justificado 
en la propiedad por proteger. 

Ese tronco hueco ya no es síntoma de derrota, ni cartón apropiado, ni fuego reducido por la naturaleza que ha huido de su obra; como los captores huyeron de sus rehenes, del volcán o de ese ser frente a mí, que se negó a nivelarse con el resto de la vida.

Ese agujero deja escurrir una voz ajena, sobre las deducciones de otras especies, que se atrevieron a comprender la potencia del acto y la fragilidad de las convicciones.

Ese agujero ya no encierra aire, ni rasgos identitarios, ni memorias de quienes fuimos atados para hecatombe; o para ser destrozados en dos sangres, o en prisiones temporales, como las que se hacen cuerpo, exhalan aire 
y prenden fuego.


País sin nombre

País sin nombre

No perdimos todo. 

Tenemos amor,
rodillas exclusivas, primordiales 
y coágulo fiel a su semilla y sus ideas.

La detención del tiempo es una puerta de retorno al mar.
La melodía es un paréntesis de rostros forjados como tatuajes.
La empatía es un regalo que nos dieron para este momento y este canto.
El suelo es una evocación que se bombea sola, innumerable.

No perdimos todo.
Aunque iremos al salón de los recuerdos, nuestra cerviz será perfecta.
Aunque huyamos de este cuadro detenido, nuestro nombre será nuestro papel.
Aunque se va lo que siempre estuvo, el horizonte nos dejará pasar como un torrente. 

No perdimos todo. 
Caminamos con cayado, tirso o báculo 
que ayudó a contar estrellas
a espantar la noche interminable
a dar su poco de alba a la semilla
y escribir con aire, con sangre, con todos tus costados y todos tus escritos 
que mudaron a la arena y cambiaron a su peso.

Caminamos al pie de la historia, quemando al fuego, 
helando al glaciar, sometiendo al que manda matar a tus ojos.
Corrimos con un golpe de sueño, con una canción de sitios descontados 
por falta de aire.

Corrimos para ponerle un nombre a la esperanza, 
y comer con ella y que se haga parte de sus propias letras
y que nos ayude, 
en suma y por siempre, 
a recordar y amar y llamar los nombres de otros.


País con nombre

País con nombre

No temas cantar tu poema
desnudar las curvas y las ganas de tu aliento
gritar el tornado de tu serenidad en los ojos del horizonte.
Sonríe al que se hace malo.
Somete al gazapo que proclama tu poder. 

Ponle velas al designio que llegó desde el primer insomnio.
Recíbelo sin negarle tu abrazo 
y déjalo en dos sitios, para que no quiera crecer en tus costados.

Tus manos son justas cuando salen,
tus tiempos son malos cuando entran,
tu voz es clara cuando tiene que volverse hacia el mañana 
y quiere votar por dedicarse una tarde y parte de una noche.

Tus pies son estrellas cuando las músicas recuperan sus géneros;
cuando el alma se reencuentra con sus ojos.
Tus lágrimas son aviones que quedaron varados en la cuarentena del pasado.
Tus dedos son balas y salva y medicinas para enmendar el homicidio de un amor imperfecto. 
Tus manos funcionan mejor cuando se alejan para cubrir el abrazo
o espiar los regalos que fueron recibidos.

Hoy declaro que eres parte del horizonte, parte del designio, parte de la música, parte del encargo.
No eres más perfecto que quien eras. Solo que hoy has aprendido a ver el lugar que caminas. 
A cubrirte con lo que serás desde el espacio. 
A perder la ansiedad de decirlo todo con palabras grandes, palabras rápidas o masticaciones duras.
A encontrar los escondites de la ciudad eterna y los secretos de las máquinas voladoras.
No eres más perfecto, pero la voz de la calamidad te hizo encontrar tus razones, aparecer fuera de los túmulos, cambiar fogatas por estrellas.

Le dio fuerza a tus esquinas, vigor a tus breviarios, asfalto a tus falanges.
Te hizo completar los planes de rigor y los leídos.
Te hizo replicar la esperanza para abrir una puerta en el horizonte,
como una cintura que se ciñe para olvidar la demora.

Como una razón más para encontrar al que perdona.
Como un tiempo escogido entre ley y querencias 
y tímidos espacios que cuentan lo que hay entre las luces 
y el día parecido a una mañana
y el despertar designado a tu sino.

No eres más perfecto
pero te tienes para habitar entre águilas, leones y grifos. 

Para crear con miríadas de reinos y manos de horizontes y vidas confiadas y soles que se agolpan para ver lo que alcanzó tu meta.
Para dejarte llevar por esa voluntad que fue contigo al abrir de tus ojos y al cerrar las quincenas.
Para entregarte esa voz que se hace ronca para llamar y llamar 
y hacerte uno con el nombre de ella.

Lima, 19 de junio de 2020


País que canta

País que canta

No temas atisbar hacia tus sombras,
ni volver a vivir los llamados de tu memoria.

Ella te crió con su pecho, su cabeza y su poco de tierra, como un jardín donde había que sufrir y florecer todos los días.

No temas cantar al diafragma florido, que te arma con tijeras y te hace crecer en medio de la lluvia y el granizo y las inclemencias de las estrellas de plástico y las sirenas en el medio de la noche. Ellos hicieron respirar a tus ojos, para que seas testigo entre tus hermanos y viga entre sus tierras.

No temas huír por las ventanas del sueño. Atraviésalas para que lo real sea diferente al día de ayer, para que tus ojos alcancen lo que imaginaste que sería tu semilla, para que la vida te abrace sin sonrisa vicaria.

No temas subir al jardín de quienes te robaron, porque tu voz, tu vida y tus átomos estarán más alineados y serán más bellos que el canto; y tu sudor hecho barro para reconstruir la salud de quienes duermen, el amor de quienes trabajan, las miradas de quienes escriben y los oídos de los que desatan.

No temas franquear lo que estuvo antes de ti, ni estará después de que te vayas. Los buitres graznan hasta el mediodía; pero tu canto llegará hasta el rincón más remoto que escribió el tiempo y el confín más profundo que se creó en las piedras y en los mares más extensos que se hicieron con tus ríos y en las células de los que sonríen, porque nacen vivos. 

Lima, 31 de julio de 2020

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