18 de October de 2024

El hombre perfecto, por Mauro Marino Jiménez

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La doctora Alondra había logrado lo imposible: un hombre perfecto. Cuerpo escultural, inteligencia prodigiosa, sonrisa radiante. Era un Adonis salido de un sueño, un ser superior, el pináculo de la evolución. Pero a los pocos días, el hombre perfecto se volvió un tedio insoportable. Su vida era una secuencia impecable de decisiones correctas, sus respuestas eran siempre las esperadas, su amor, calculado y sin fisuras. Alondra, acostumbrada al caos y a la imperfección de la vida, se sentía asfixiada por tanta perfección. Una noche, mientras observaba a su creación dormir, un terremoto sacudió la ciudad. El laboratorio se derrumbó y el hombre perfecto quedó atrapado bajo los escombros. Alondra, lejos de socorrerlo, sintió un extraño alivio. Al día siguiente, los rescatistas encontraron al hombre perfecto, ileso. Pero al verlo, Alondra se dio cuenta de que el terremoto había provocado una pequeña cicatriz en su rostro, una imperfección que lo hacía infinitamente más humano. Y fue entonces cuando Alondra supo que había encontrado la verdadera belleza.

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