18 de October de 2024

Microrrelatos con ideación humana y escritura por IA, por Mauro Marino Jiménez

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Queridos lectores, me gustaría compartirles un conjunto de microrrelatos ideados por mi imaginación, y escritos por la IA. Me gustaría mucho conocer sus opiniones.

La Subasta

La sala estaba repleta de mujeres, cada una con un cartelito. “Modelo”, “Influencer”, “Heredera”. El martillo del subastador resonaba con cada puja, y los números subían vertiginosamente. Ellas eran los lotes, los objetos de deseo. El más alto postor se llevaba no solo a una mujer, sino un estatus, una marca, una inversión.

La última en subastarse era la más codiciada, un diamante en bruto, según el catálogo. Su cartel decía simplemente “Sueños”. Cuando el martillo cayó, el ganador, un hombre con más títulos que un libro de historia, la condujo fuera de la sala. Ella lo miró, sonrió y susurró: “Y ahora, ¿quién subasta al comprador?”.


El Observador de Hamburguesas

Era un genio de la física cuántica atrapado detrás de una caja registradora. Mientras servía combos y papas fritas, su mente divagaba por agujeros negros y dimensiones paralelas. La gente para él era un experimento sociológico: el cliente impaciente, el adolescente ensimismado con su celular, la pareja discutiendo por la última papa.

Un día, un tipo con un traje demasiado grande le entregó una tarjeta con un número y un símbolo extraño. “Llámanos”, dijo, y se fue. Intrigado, el genio marcó el número. Una voz robótica respondió: “Hemos detectado una inteligencia superior. Deseamos reclutarte”.

Emocionado, se preparó para una misión intergaláctica. Resultó ser un call center que vendía seguros de vida a extraterrestres. Su “alta capacidad” era útil para convencer a alienígenas de que necesitaban un seguro para sus naves espaciales. Al final, el genio de la física cuántica se encontró atrapado en un trabajo aún más mundano, pero esta vez, vendiendo seguros a seres de otros planetas.


El Optimista y el Apocalipsis

El optimista miraba por la ventana, la lluvia diluviando el mundo, y exclamaba: “¡Qué maravilloso día para un picnic!”. El pesimista, sentado frente a él, con una lata de sardinas y un libro de filosofía, lo miró con una mezcla de lástima y diversión.

—Picnic, ¿eh? Con este diluvio universal, ¿qué te hace pensar que encontraremos un lugar seco para sentarnos? Y si lo encontramos, ¿qué comeremos? ¿Babosas?

—Siempre hay una solución, amigo —respondió el optimista con una sonrisa—. La vida es bella, y siempre encontraremos una forma de disfrutarla.

El pesimista soltó una carcajada que resonó en la habitación. —¿En serio? ¿Y cuál sería esa solución? ¿Inventar una nueva especie de planta que crezca en el barro y sepa a pollo?

El optimista se encogió de hombros. —Quizás. O tal vez podríamos aprender a respirar bajo el agua.

El pesimista cerró su libro y lo miró fijamente. —Sabes, tienes razón. Si todos fuéramos tan optimistas como tú, la especie humana se habría extinguido hace siglos. Es mi pesimismo, mi amigo, lo que nos ha mantenido con vida hasta ahora. ¡Salud por el apocalipsis!

Levantaron sus latas de sardinas y brindaron. Afuera, la lluvia seguía cayendo, implacable.


Penélope y su pequeño secreto

Ulises regresó un atardecer, cansado y bronceado, y encontró a Penélope tejiendo en el patio. La abrazó con fuerza, pero ella se apartó un poco, disimulando la carta que escondía entre los hilos. Era una nota para Antíloco, el joven pescador que la esperaba en la playa.

Ulises no lo notó. Se quedó admirando el tapiz, lleno de nudos y colores que representaban sus aventuras. Penélope sonrió. Aquel tapiz era un mapa de sus amantes, cada nudo una isla visitada, cada color un recuerdo.

Por las noches, mientras Ulises dormía, ella se deslizaba fuera de la casa. La esperaba el mar, la brisa salada y los brazos de Antíloco. Y así, su vida se convirtió en un doble juego: la esposa fiel de día, la amante apasionada de noche. Ulises nunca lo supo, y Penélope decidió que era mejor así. Después de todo, ¿quién dijo que los héroes solo tenían una historia?


Casa Tomada 2.0: La revancha de la burguesía

Echados a la calle, los hermanos vagabundeaban por la ciudad, sus trajes ahora raídos y sus zapatos llenos de barro. La casa, otrora símbolo de su estatus, era ahora un hervidero de vida popular. Los nuevos inquilinos habían transformado los elegantes salones en una improvisada cancha de fútbol y la biblioteca en un gallinero.

Pero el destino, con su humor macabro, les tendió una mano. Resulta que el nuevo alcalde, un ferviente defensor de la clase trabajadora, había sido un admirador secreto de la obra de Cortázar. Al enterarse de la situación de los hermanos, decidió utilizarla como ejemplo de la injusticia social. En una ceremonia pública, anunció la expropiación de la casa y su devolución a sus legítimos dueños.

Los hermanos, atónitos, volvieron a su hogar. La casa, sin embargo, había cambiado. Las paredes estaban llenas de grafitis, el jardín era una jungla urbana y el olor a pollo asado era omnipresente. Pero a pesar de todo, era su casa. Y aunque la lucha de clases seguía siendo un tema candente, ellos, los antiguos dueños, se habían convertido en víctimas de la misma.


Criterios presentados a la IA para la generación de historias:

– Temática y tipo de final
– Estilo
– Uso de recursos literarios
– Tono de escritura

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