Dos películas de 2024 para recordar: “Cónclave” y “Flow”, por Mauro Marino Jiménez

0
PELICULAS 2024-fotor-20250303122054

Ayer se celebró una edición más de la discutible premiación de los Oscar. Una fiesta con capital simbólico más histórico que actual, en el que poco a poco se filtran algunas de las mejores entregas del año, pero también muchos desaciertos que poco tienen que ver con el arte. Aun con todo, este inicio de año tuve la oportunidad de ver dos de algunas de las películas nominadas, las cuales sí tienen mucho que decir de sí mismas.

Cónclave: Monumental, absorvente y casi perfecta

Un Papa ha fallecido, y su legado—apreciado por los liberales de la película pero cuestionado por el ala conservadora—queda en entredicho durante la elección de quien ocupará su cargo. Thomas Lawrence (Ralph Fiennes) es el cardenal encargado de presidir el cónclave que definirá al nuevo Sumo Pontífice, un evento de magnitud mundial celebrado tras puertas y ventanas cerradas, en el que se desvelan los secretos más profundos de quienes se perfilan como futuros Papas.

La película nos sitúa en un encierro dentro de las antiguas instalaciones del Vaticano, desplegando planos elegantes, una tensión psicológica envolvente y juegos de luces que rememoran las mejores épocas del cine. Sin embargo, Cónclave es mucho más que un thriller claustrofóbico: es una alegoría del viaje interior de las conciencias de sus personajes. Lo que a simple vista parece positivo se ve manchado por la ambición y la codicia, y aquello que resulta sospechoso se revela aún peor de lo que la imaginación podría prever. En este contexto, el cardenal Lawrence—quien había solicitado la dimisión de su cargo—se erige en examinador de las conciencias y promotor de la verdad en cada ronda electoral. Mientras que los principales rivales, como el cardenal Tedesco y sus seguidores, se dejan llevar por la ofuscación, los aliados, representados por el cardenal Bellini, tratan la elección como una guerra en la que la victoria debe imponerse a los principios.

Adaptada de la novela de Robert Harris, la historia traslada su intensidad psicológica a las paredes, patios y pinturas milenarias del Vaticano. Los dormitorios, que evocan el inquietante pasillo de El resplandor, generan una sensación de opresión que afecta tanto a las mentes como a los corazones de los personajes. Sin embargo, el estanque de tortugas actúa como un contrapeso, ofreciendo una perspectiva renovada sobre la división de facciones y sugiriendo la posibilidad de unidad entre todos. Esta visión, inicialmente inalcanzable en medio de los enredos narrativos, se hace viable gracias a la intervención del cardenal Benítez (Carlos Diehz), lo que permite que lo “imposible” o “milagroso” se presente de forma discreta pero progresiva. Los mensajes poderosos, expresados a través de discursos que leen y superan el espíritu del momento, surgen en el momento justo, cuando la ineludible crisis parece adueñarse de cada rincón del cónclave.

Celebro las interpretaciones y la calidad artística de Cónclave, así como los momentos críticos y la emotividad que transmite. Sin embargo, discrepo con el final, que se siente abrupto y más como un compromiso que como una decisión plenamente resuelta.

Puntaje: 8.5 de 10. (un punto más sin la cereza)

Dirección: Edward Berger

Elenco:
Ralph Fiennes como el cardenal Thomas Lawrence
Stanley Tucci como el cardenal Aldo Bellini
John Lithgow como el cardenal Tremblay
Isabella Rossellini como hermana Agnes
Lucian Msamati como el cardenal Adeyemi
Carlos Diehz como el cardenal Benítez
Sergio Castellitto como el cardenal Tedesco
Brían F. O’Byrne como Monseñor Raymond O’Malley, asistente de Thomas Lawrence
Merab Ninidze como el cardenal Sabbadin
Thomas Loibl como el arzobispo Mandorff
Jacek Koman como el arzobispo Janusz Woźniak

Premios Oscar: Guion adaptado

Flow: Un hallazgo inesperado, y un iceberg rotundo

¿Cómo se comunican los animales entre especies diferentes? ¿Existe una articulación comparable al lenguaje humano? Las respuestas científicas parten, ante todo, de los gestos: los animales expresan sus emociones mediante acciones corporales y ademanes. Por ello, los códigos que usamos (que representan solo entre el 20% y el 25% de lo que comunicamos) pueden estar sesgados, contener imperfecciones y dar lugar a malas interpretaciones. En cambio, en el caso de los animales—quienes generan sus propios sonidos y comportamientos—la intención se manifiesta con mayor claridad, volviéndose nítida conforme se establece la convivencia.

Esta premisa se plasma en Flow, una película animada que narra la historia de un gato que vive en la casa de campo de un artesano dedicado a retratar felinos. Estatuas de gatos abundan en el entorno, y el paisaje rural se despliega de forma exquisita gracias a la animación realizada con Blender, un software de código abierto. En esta historia, un grupo de perros persigue conejos, mientras que una estampida de antílopes presagia la inminencia de una ola gigantesca. Esta ola, además de dispersar a la fauna local, obliga al gato a equiparse en su hogar y luego a huir hacia el punto más alto cercano, que resulta ser, curiosamente, una imponente representación de un gato. Todo sucede hasta que la inundación lo envuelve por completo, obligándolo a subir a un velero.

Los acontecimientos resultan desconcertantes para el espectador humano, pero son asimilados de forma instintiva por los animales. No hay tiempo para cuestionar las causas del desastre; la única opción es refugiarse o buscar un lugar seguro. La ausencia de personajes humanos reduce el dramatismo habitual de los productos audiovisuales dirigidos a nuestro público, invitándonos a vivir el momento y a concebir el futuro como una posibilidad que exige cambio o sacrificio, conceptos que marcan el desarrollo de todo el largometraje.

Todos los animales se ven obligados a asumir algún tipo de transformación. El capibara, que navega en el velero, se compromete a utilizarlo para rescatar a otras especies. El lémur, apegado a sus posesiones, se ve prácticamente forzado a abordar cuando el capibara recoge su canasta, obligándolo a abandonar su refugio. El perro labrador, separado de su jauría a causa de la inundación, se integra con alegría a un nuevo grupo, mientras que el pájaro secretario africano—excluido de su grupo por haber ayudado al gato—decide liderar a los refugiados. Cada uno de estos viajeros asume un rol arquetípico que los conduce a convivir, a comprender lo esencial, a equivocarse por sus temperamentos disímiles y, finalmente, a reconciliarse por una mutua necesidad. Se forma así una pequeña sociedad basada en la supervivencia, la colaboración y el afecto, en la que el gato descubre que ya no puede vivir en soledad. Tendrá que aceptar la ayuda de otras especies y apoyarlas siempre que sea posible, incluso si ello implica contar con el auxilio de una ballena en momentos de extrema dificultad.

A primera vista, podríamos pensar que se trata únicamente de una película de aventuras. Sin embargo, la narrativa encierra una profundidad mayor. El gato observa constantemente (primero en sueños y luego desde la lejanía) un lugar al que deben llegar: un espacio elevado, tan alto que las aguas jamás lo cubren por completo. Este sitio, que parece ser el punto más elevado del planeta, se revela como la clave para remediar los desastres. No obstante, alcanzarlo implicará también un sacrificio, uno que trasciende botes destrozados y estatuas congeladas que aluden a lo que pudo haber acontecido con la humanidad o con el planeta. Se trata de ideas implícitas que convierten a la imaginación en el gran protagonista de la historia.

Flow es una película envolvente. La perspectiva de los animales brinda originalidad, ternura y matiza sutilmente el sentido trágico de lo que ocurre con el planeta, así como las incontables vidas que se deben haber perdido a partir de la crisis. Celebro la colaboración independiente que ha hecho posible que podamos verla. Los planos y giros musicales resultan perfectos. Sin embargo, por encima de todo, aplaudo y me conmuevo por su hermoso (y terrible) final.

Puntaje: 10 de 10

Dirección: Gints Zilbalodis

Países en colaboración: Letonia, Francia y Bélgica

Premios Oscar: Mejor película animada

About Author

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *